Los efectos de la globalización neoliberal van más allá de las denunciadas exclusiones, pobrezas, abusos de derechos, despotismo y desigualdad. Infelizmente, en los últimos veinte años, la demagogia que la identifica, la apología al consumismo, el adormecimiento del pensamiento de izquierda y la penetración de las culturas autóctonas, entre otros factores, han debilitado la ideología de la clase obrera. En algunos casos los trabajadores aceptan al capitalismo identificándose con el pensamiento burgués; cuestión esta que se hace más manifiesta con las concesiones de ciertos lideres de organizaciones sindicales que promueven como única estrategia de lucha el dialogo y el entendimiento con los representantes de los intereses del capital mundial, intereses que, por supuesto, en nada coinciden con las reivindicaciones, necesidades y aspiraciones de los trabajadores y pueblos tercermundistas.
En momentos de aguda crisis, de críticas irrefrenables al modelo neoliberal, a las instituciones financieras que lo fomentan y en un contexto internacional moteado por el triunfo electoral de las fuerzas de izquierda en América, el rechazo popular al ALCA-TLCs y el surgimiento de otras alternativas de integración, como lo es el ALBA, emerge el concierto entre los organismos y organizaciones internacionales de trabajar coligados para dar una dimensión social a la globalización y comprometerse con el desarrollo sostenible, el respeto a los derechos fundamentales, la generación de trabajo decente, la lucha contra la pobreza, las desigualdades y a favor de la distribución equitativa de las riquezas.
Este discurso, elaborado con un verbo seductor, es cada vez más difundido y aplaudido, asimilándose formulas que excluyen el rechazo a los atributos intrínsecos de la llamada globalización neoliberal: el libre mercado, La competitividad y el señorío de las transnacionales por solo mencionar algunas.
Algo de lo mas preocupante y a lo que debe darse seguimiento, es el vinculo o alianza evidente que viene exteriorizándose entre la OMC, el BM y el FMI en torno a la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales del Trabajo aprobada por la OIT en 1998, y la abierta intención de utilizarla con los mismos efectos de la pregonada Cláusula social.
Una interpretación sistémica de hechos y declaraciones permite visualizar y comprender esta propensión.
En primer orden ha de quedar establecido que la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales asentó la preeminencia de 8 Convenios Internacionales (1), desplazando la trascendencia de otros que fueron resultado de un momento histórico dinámico de la lucha de clases y en los que se fija un marco de protección mínima para el acceso y estabilidad del empleo, la seguridad social, la seguridad y salud en el trabajo, la jornada laboral y la formación profesional de los trabajadores, entre otros de similar trascendencia.
Lo cierto es que esta Declaración surge como un paliativo a la disminución de la actividad normativa de la OIT que comenzó a manifestarse en la década de los 80 y que se extiende hasta la actualidad.
Es innegable que el brutal reajuste capitalista de las últimas décadas alcanzó a la OIT y que el abstencionismo normativo de que ha padecido en los últimos años ha sido motivado por la resistencia de algunos Estados miembros, por lo general los más poderosos, a trasladar al texto de Convenios vinculantes las cuestiones concernientes a la relación jurídico laboral, que constituyan undogal para la expansión del capital y la libertad de mercado.
Ante esta circunstancia, y dando respuesta a las agudas críticas que le incriminaban su inoperatividad para incidir y frenar los efectos del neoliberalismo, la Organización Internacional del Trabajo, reconoce que las reformas neoliberales no contribuyeron a generar empleo sino a deteriorar la calidad del empleo existente y propone generar empleo decente, desarrollando un programa que pretende vincular las políticas del mercado a las normas laborales combinando la flexibilidad que necesitan las empresas con la seguridad y protección que necesitan los trabajadores y eclipsar, de esta forma, las contradicciones entre capital y trabajo, entre capitalista y trabajadores.
En fin, las causas de los males que hoy padecen los trabajadores y pueblos.
Ante esta cruzada mediatizada, las intenciones de Bretton Woods y hasta las poderosas Trasnacionales se declaran a favor de los objetivos, de la receta y de los métodos para alcanzarlos y, por supuesto, accionan para demostrar su ¨ buena y sana voluntad ¨
La decisión anunciada por el Banco Mundial a finales del pasado año de exigir el respeto a las normas fundamentales de trabajo en los proyectos de financiamiento de infraestructuras, el precedente anuncio de la UE de retirar los privilegios comerciales a Belarús por no respetar los derechos sindicales y la alianza entre Trasnacionales para elaborar un código de conducta de referencia sobre el respeto a estos derechos y que evaluados magnánimamente por determinadas ONG, son señales inconfundibles del interés de pervertir los efectos taxativos de la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales y del Programa de Trabajo Decente.
La declaración del Banco Mundial constituye una nueva ¨ recomendación ¨ para acceder a financiamientos y esto significa que a las condicionalidades ya establecidas, que dieron origen a los asfixiantes planes de ajustes estructurales, se agrega la relacionada con derechos laborales básicos sin tener en cuenta los diferentes niveles de desarrollo económico de los países, su capacidad económica y sus condiciones sociales objetivas para cumplir con las exigencias de esta Declaración.
Por otra parte, la sanción anunciada a Belarús por la Unión Europea, demuestra que el incumplimiento de los convenios contenidos en la Declaración puede dar lugar a la aplicación de sanciones económicas y comerciales (y con la impunidad de que goza el imperio, hasta políticas y militares) lo que además de agravar la situación de crisis y la miseria de los países pobres, significa una modificación sustancial a los efectos que, según la constitución, producen los convenios aprobados en la OIT por los Estados miembros, y que de ningún modo incluyen acciones sancionadoras.
De esta forma la declaración de Principios y Derechos Fundamentales, entroncada con el Programa de Trabajo Decente y enarbolada por los organismos económicos y políticos al servicio del imperio, esta siendo utilizada con los fines concebidos para las cláusulas sociales ubicándose en el mismo escenario de críticas de aquellas.
Definida la norma mínima, (entiéndase los convenios que conforman la Declaración) surgen las siguientes interrogantes:
Finalmente la mencionada coalición entre las transnacionales y grandes cadenas de supermercados se relaciona con el llamado movimiento de responsabilidad social o corporativa que también se impulsa a escala global y que no es otra cosa que un falso montaje con la prensa sensacionalista.
Un ejemplo de la falsedad de estas políticas, se aprecia en los resultados de la encuesta ¨ Monitor de Responsabilidad Social Corporativa ¨ realizada en Chile a principios de Enero de este año y en la cual la Nestle y la Coca Cola lideran a las multinacionales socialmente responsables. Para los que conocemos los abusos, amenazas y asesinatos cometidos contra los líderes sindicales de SINALTRAINAL en Colombia, esta noticia solo puede provocar indignación.
Lo innegable es que la llamada responsabilidad social (empresarial o corporativa) responde a diseños elaborados a espalda de las organizaciones sindicales y su fin es precisamente debilitar y desaparecer los sindicatos, no mediante el enfrentamiento directo y agresivo, sino manipulando a los propios trabajadores con acciones benefactoras a fin de que sean ellos quienes prescindan y rechacen la afiliación. En este afán regalan selectivamente acciones y les dispensan otras prebendas a determinados empleados, patrocinan campañas de hipócrita caridad sobre valores y medioambiente aplicando una estrategia que le permita que las dádivas sean bien publicitadas y devengan ? al tiempo que en un factor multiplicador de ganancias ? en un elemento de división de los trabajadores. Con estas acciones la ¨responsabilidad social de las empresas¨ en no pocas ocasiones puede ser traducida como política antisindical.
Si bien estas prácticas atentan contra el sindicalismo, la tendencia de las grandes empresas y multinacionales de aliarse y suscribir códigos de conducta para que rijan a escala global, acentúa aún más el achicamiento de la función pública de los Estados y coloca en manos de los sujetos con poder económico la responsabilidad de dar una dimensión social a la globalización.
La interpretación integral de todas las circunstancias analizadas, unidas al beneplácito que la ONU, OMC, OIT, y de algunos líderes del movimiento sindical internacional han manifestado por estas acciones, declaraciones y políticas, pueden traducirse en la intención de imponer un sistema jurídico de derecho laboral supranacional con niveles mínimos de protección para los trabajadores, quebrantándose abiertamente el apartado 8 del Artículo 19 de la constitución de la OIT (que impide el uso de las normas de la Organización como modelo laboral internacional) y induciendo a la desestimación de las legislaciones laborales internas, eliminando la competencia normativa de los Estados en esta materia y pulverizando definitivamente el Derecho del Trabajo.
Esta traducción no parecerá un dislate si reconocemos objetivamente al dueño de ese paradigma de dominación política, económica y militar que mencionamos al inicio.
Esperar que se subsanen los defectos de la globalización y se concilien los principios del libre mercado con el progreso social es una necedad. El imperialismo, sus estrategas y servidores, solo corregirán aquello que les perjudique, siempre con la pretensión de que los trabajadores estén cada vez más desorientados y más desorganizados; continuarán jugando con sus sueños y sus esperanzas, publicitando al capitalismo como una sociedad de oportunidades en la que un obrero hoy, puede ser millonario mañana.
La intención de confundir, manipular y desmovilizar al movimiento obrero para beneficio y seguridad del sistema capitalista es evidente, como evidente es el propósito de instaurar una autoridad internacional con poder omnímodo para decidir políticas, administrar mercados, acceder y disponer de los recursos naturales limitados y, por supuesto, sancionar las resistencias.
Sin duda una de las consecuencias más perversas de la globalización neoliberal o del neoliberalismo globalizado, ha sido el ataque a la ética individual y social y a la sustitución de valores y culturas autóctonas por foráneas, que tienen como común denominador el propósito de crear un arquetipo de civilización consumista, individualista y enajenada.
En esta realidad, difícil pero vencible corresponde a las organizaciones y dirigentes sindicales auténticos una única posición: La redención del poder de los trabajadores y desposeídos como único antídoto valedero para desplazar el poder tiránico del capital y esa redención será alcanzable siguiendo orientando el camino a: SER LO QUE DEBEMOS SER
HACER LO QUE CORRESPONDE HACER.
RETOMAR EL CAMINO DE LA ACCION
(2) Entrevista al abogado Colombiano Athemay Sterling. http://bellaciao.org/es/article.php3?id_article=693.
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