abril 20, 2024
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panama-protestas--644x362El año en que los panameños salieron a la calle
LUIS G. MARTÍNEZ Y ANA PINILLA
Sociedad civil, gremios e indígenas protestaron en 2012 por medidas consideradas por ellos inconsultas y autoritarias. Inicia la gesta de una ideología contestataria
2012-12-23 — 12:00:00 AM — El año 2013 está a la vuelta de la esquina y dar un vistazo al pasado inmediato, a modo de reflexión, somete al panameño a recordar casi una decena de encontronazos entre la sociedad civil y sus autoridades a lo largo del 2012.

Transcurría la mitad del primer trimestre del año y ya sucedía una de las mayores protestas de nuestra historia reciente.

Los indígenas, indignados, solicitaron al Ejecutivo que echara para atrás sus intenciones del desarrollo de la planta hidroeléctrica Barro Blanco, entre febrero y marzo.

Los episodios de represión por parte de la Policía Nacional y demás entes de la fuerza pública, tiñeron de rojo las protestas, que no encontraban diálogo entre las autoridades de parte y parte.

El escenario estaba trastocado y la opinión pública hacía de juez en medio de unas negociaciones que claramente no le daban la oportunidad a una solución posible.

Mientras tanto, sociedad civil, grupos sindicales, estudiantes universitarios, médicos e incluso técnicos de enfermería, a la vez que levantaban su voz ante los desmanes de la fuerza pública contra los nativos que reclamaban por la conservación de sus tierras, todos tomaban apunte de los métodos de reclamo que implementarían semanas (o meses) después para la obtención de sus variados objetivos.

Levantada la mesa de diálogo, que reunía a las principales cabezas del Gobierno Central junto a las de los pobladores originarios, en la sede panameña de la Organización de las Naciones Unidas, Panamá apenas empezaba a prepararse a una retahíla de acciones ‘callejeras’ que manifestaban una notable acción gubernamental que había optado por la imposición antes del diálogo.

Pausa con los indígenas, tocaba el turno de los técnicos de enfermería. Esta vez era el descontento por los paupérrimos salarios que estos devengaban. El proceso fue similar: descontento, calle, presencia policial, represión, discusión auspiciada por los medios de comunicación, rechazo al diálogo, mesa de negociación y ‘acuerdo’ pactado.

Y el proceso continuó, así hasta finales de año con la impronta de grupos tan disímiles como nacionales.

Por la pasarela de la protesta le siguieron los universitarios y su pintoresca protesta (recordemos al estudiante disfrazado de Huasón y al ‘mártir’ crucificado) por el alto costo de la vida; las quejas sobre la venta de las acciones —propiedad del Estado— de Cable & Wireless, junto a la designación del magistrado a Sala Quinta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ); las reformas electorales y por último —y de seguro, nada menos importante— las protestas por la posible venta de los terrenos de la Zona Libre de Colón.

GOLPES Y AMAGUES

Ya la firma del presidente de la República, Ricardo Martinelli, ante 13 notarios públicos —paradójicamente el Día de la Amistad y el Amor (14 de febrero)— dejaba ver que el Ejecutivo, a pesar de sus estrategias férreas, estaba dispuesto a ceder ante la insistencia de diversos sectores.

Esa movida le dio a la dirigencia opositora y a la opinión pública una bocanada de aire que necesitaba y al oficialismo, esa cuota de ‘credibilidad’ (a los tapujos) que requerían sus dirigentes.

Pero aunque pareciera, a lo largo del año, que al menos algunos de los dos grupos (manifestantes – Gobierno) salía beneficiado en el patrón protesta/concesión, todos perdían al menos una tajada importante en la negociación.

Así lo considera la antropóloga cultural y catedrática panameña Ana Elena Porras, quien dice que ‘el Gobierno no ha ganado con ellas (las protestas) porque definitivamente han demostrado que por lo menos muchos sectores de la sociedad panameña están ya realmente hartos de las imposiciones de leyes que van contra intereses populares’.

‘Así que si vamos a medir si fueron ganancias para alguien, pues definitivamente no han sido ganancias para el Gobierno Central’, remarca la también exdiplomática panameña.

‘Ya en cuanto a los grupos sociales, sectores populares, sindicalistas, indígenas o colonenses, si bien no han obtenido las promesas de los acuerdos por el incumplimiento de las autoridades de algunos de esos acuerdos, estos han demostrado que tienen credibilidad por parte de la sociedad panameña, reflejo de la convocatoria de sus movilizaciones’, continúa.

En referencia a quienes manifiestan, Porras destaca que a pesar de que no obtienen algo en el inmediato plazo, ‘logran la credibilidad y obtienen presencia social’.

Pero, ¿está Martinelli y su gabinete dejando una imagen de concesión más endeble que la que daba, por ejemplo, el presidente Ernesto Pérez Balladares durante su gestión?

Por más que así lo parezca (recordemos la reforma al Código de Trabajo, el despido masivo a los controladores aéreos, entre otras acciones determinantes), para el historiador Álvaro Menéndez Franco, el gobierno de Martinelli, en comparación con el del ‘Toro’, ‘ha puesto la cosa dura’.

‘Mire los resultados de Bocas del Toro, de Colón y San Félix, la represión en este gobierno ha sido más dura’, lamenta el historiador panameño.

No menos de 5 personas, uno de ellos infante, dejaron su vida en medio de las trifulcas entre sociedad e institución a lo largo del 2012.

Aún así, la idea de permanecer en el poder (al menos a través del partido que preside Martinelli), permanece y, en la apreciación de Menéndez Franco, es debido a una idea que tiene el Gobierno de que ‘los cinco años no son suficientes para las obras grandes que se han emprendido’.

‘Ellos (gobierno) deben entender que están siguiendo a gobiernos anteriores, mientras que hay obras que son del Estado, mas no de la administración actual’, añade el historiador y catedrático panameño.

UN ESCENARIO DE IZQUIERDA

Sin embargo, estas medidas Ejecutivas, junto a los alzamientos sociales y crecida de una fuerza opositora cada vez más insatisfecha, prepara de cara a las elecciones de 2014, un abanico más abierto en cuanto a ideologías se refiere.

Mientras que el gobierno apunta con todas sus intenciones a continuar en el poder a través de Cambio Democrático, una ideología en particular ha venido cobrando fuerza desde la unión sindicalista o de la ‘independencia’ partidista.

Ya lo decía John William Cooke, político argentino del primer gobierno de Juan Domingo Perón: ‘Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un movimiento de liberación adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito’.

Por su lado, Álvaro Menéndez piensa que la izquierda en Panamá está revalorizándose a través de la figura de Omar Torrijos y a pesar de que ‘no se ha planteado una alternativa todavía, grupos de izquierda se están organizando para ver si ese pensamiento sigue funcionando en el siglo XXI’.

Mientras tanto, esa izquierda incipiente ‘busca revalorizar hasta dónde fue acertado Torrijos; en dónde falló, cuál fue su idea y hasta dónde estas ideas se siguen aplicando hoy día’, añade Menéndez Franco.

Pero alrededor del tema de la izquierda quedan todavía muchas preguntar: ¿quiénes son sus principales representantes?, ¿tiene oportunidad de gobernabilidad esta ideología?

Los últimos 23 años, desde que Noriega salió por la puerta trasera, esa fuerza política ha venido a menos y tan solo nombrarla, produce recelo para muchos.

En consideración de Moisés Carrasquilla, militante del Partido del Pueblo durante 35 años, ‘una izquierda ideológica que signifique la derrota de los partidos de derecha y de centro derecha, no existe’.

Remarcó que ‘en Panamá, el movimiento popular, en las condiciones en que se encuentra, todavía no es fuerza suficiente para enfrentarse y vencer solo a los partidos de la oligarquía y de la burguesía’.

Mientras tanto, Stella Calloni, periodista y analista internacional, estima que el problema de la izquierda en Panamá reside en la carencia de un plan común, que exprese ‘la soberanía nacional que necesita Panamá’.

‘Si la izquierda no madura políticamente y no hace una revisión histórica de distintos hechos y actores sociales pre y post invasión y se lanza dividida electoralmente no solo perderá, sino que se llevará arrastrada a miles que podrían votar por una opción popular más viable y realista de cara a los tiempos que se viven. Sin torrijismo como capital histórico no se avanza políti camente en Panamá’, añade.

Pero así como parece que en Panamá cada sector lucha por su propia causa, dejando un vacío de liderazgo, para el sociólogo panameño Marco Gandásegui lo que faltaría para lograr sentar las base de la izquierda es ‘hacer un trabajo político en los sectores más empobrecidos del país, y para ello se requiere de un trabajo ‘cuerpo a cuerpo’ en barriadas y con la sociedad civil en general’.

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