De todos los políticos tradicionales panameños, siempre tuve al Sr. Mario Galindo entre los más serios. Pero un reciente artículo suyo («El fantasma del voto en plancha», La Prensa 27/7/12) me ha hecho dudar. El Sr. Galindo ha dicho, como si vivera en otro planeta: «No es ocioso recalcar que el sistema de votación que en Panamá se aplica en los circuitos plurinominales no está diseñado para favorecer a los llamados partidos políticos grandes,.., sino por el contrario, para procurar que los pequeños, o los candidatos independiente, accedan al Órgano Legislativo, en desmedro de los partios grandes».
El problema del Sr. Galindo es que lee las leyes pero no las contrasta con la realidad concreta. Señor Galindo: ¿Cuáles son esos candidatos de partidos «pequeños» y candidatos independientes que han accedido a la Asamblea mediante el voto en los últimos años? ¿Quiénes representan las propuestas independientes o partidos nuevos o «pequeños» en la Asamblea? Ninguno. Porque cada vez hay menos partidos y los que hay, al igual que los que salen electos son «los políticos de siempre». De los dos «independientes» electos en 2009, que ya perdieron esa calidad, uno es un gamonal de pueblo que ha salido electo en su circuito bajo varios ropajes, y la otra era una disidencia del PRD.
Contrario a lo afirmado por el Sr. Galindo, el sistema electoral panameño es de los más antidemocráticos de América Latina y del mundo. Está construido para que el menú electoral se mantenga cerrado y no puedan participar quienes puedan poner en peligro el control de los grupos económicos dominantes que ponen plata en todos los partidos y juegan a ganador. ¿Por qué no hacen públicas las listas de donantes y los montos? En contra de esa propuesta se unieron todos los partidos, oficialistas y de oposición. ¿Por qué Martinelli gastó 19 millones y Balbina 9 millones de dólares en las elecciones del 2009? ¿De donde salió esa plata? Seguro que no sólo Murcia puso maletines. Ni hablemos de que un candidato a diputado o alcalde, que no gaste al menos un cuarto de millón, ni siquiera lleva chance.
La trampa empieza desde los requisitos para inscribir una candidatura, que en Panamá es del 4% de adherentes del respectivo circuito (para candidatos independientes a la Asamblea) y a nivel nacional para registrar un partido político. El promedio exigido en América Latina para inscribir partidos no supera el 0,5% de los electores. Hablando en términos absolutos, hoy, de un padrón electoral de 2 millones 200 mil votantes, se exigen más de 64,000 adherentes para inscribir un partido político, cifra que supera a Colombia con 25 millones de electores y a México con más de 80 millones.
Ni hablemos de que los partidos «grandes», como los llama don Mario, han creado una cultura corrupta en torno a la búsqueda de adherentes que se basa en dinero, regalos o favores políticos. Claro, si hacemos como don Mario, y sólo leemos la ley, creeremos que esto no pasa porque está prohibido y penado, pero a cada rato salen noticias en los medios, sin que las Fiscalía Electoral haga nada. Camine por cualquier barrio y sabrá la filosofía política popular que se maneja: «si no hay plata, ni sueñes en postularte».
No gastemos espacio en reiterar lo que ya se ha denunciado hasta la saciedad: que los partidos nuevos no pueden inscribir con libros móviles, ni siquiera con estacionarios todo el año, como sí pueden los partidos oligárquicos; que el Tribunal Electoral procede de manera arbitraria a borrar adherentes en la llamada «depuración» sin que justifique a quién ni por qué le anuló su firma, etc.
Agreguemos que las candidaturas independientes han sido conquistas recientes, dado el descrédito creciente del sistema y que los partidos y los Magistrados del Tribunal Electoral se han resistido porque les descuadra la cosa. La candidatura presidencial independiente, se logró tres días antes de las elecciones de 2009, cuando la Corte Suprema señaló que el Tribunal Electoral violaba la Constitución al impedirla. Y eso gracias a una demanda que interpusimos desde la campaña «Jované Presidente». Porque el ideal del sistema antidemocrático panameño es que la votación se dirima entre dos candidatos de la oligarquía, y un tercero (a lo sumo) sin opciones reales, como pasó en 2009.
Si alguna propuesta tiene la dicha de pasar todo ese filtro (que no ha sido superado por ninguna propuesta de extracción social popular o de capas medias en 20 años) se topa con el propio proceso electoral. Para empezar, el país está dividido en un exceso de circuitos uninominales (como reconoció el PNUD en 2010) que le permite a los gamonales salir electos en el interior y tener un peso exagerado sobre la Asamblea.
En los circuitos plurinominales, la realidad es la contraria a la señalada por el Sr. Galindo, ya que sistemáticamente se viola el derecho a la representación de las minorías. Galindo aporta un ejemplo falso, porque es muy difícil que un candidato independiente pueda quedar segundo en un circuito plurinominal ante las maquinarias millonarias de los partido empresariales. Así que los cocientes y medio cocientes van a parar a manos de los partidos de siempre. Los residuos, que debieran tocar a los independientes o «pequeños» para garantizar la voz de las minorías, como reconoce al final el Sr. Galindo, se le regala al partido más votado para que acumule más diputados. Muchas veces ha sido denunciada la sobre representación, en especial del PRD, que logra más diputados que los votos proporcionales obtenidos.
En lo que sí concuerdo con el Sr. Galindo es que en Panamá no hay voto plancha, si no voto selectivo. Es decir, el elector puede votar por la nómina completa en el orden en que fue presentada por el partido, o elegir a un candidato en particular, favoreciéndolo contra los demás de su partido, al margen de qué posición ocupe en la lista. Este método selectivo significa el canibalismo político y favorece a los gamonales por encima de la estructura partidaria, o sea, el candidato que tiene más plata puede ganarle la elección a los compañeros de nómina, incluso aunque en las primarias haya quedado por debajo.
Aunque al Sr. Galindo, ni a Cambio Democrático (y sospecho que tampoco al PRD y al Panameñismo) les guste el voto plancha, como el español, ese sistema es más racional porque fuerza a los electores a votar por programas partidarios y no por personas. Eso no le conviene a los gamonales de la política panameña y menos al CD, que ahora se ha llenado de tránsfugas que tendrán que competir entre sí a ver cuál sale.
Respecto a las reformas al Código Electoral que discutió la Comisión de Reformas (CNRE) en 2010, y que parió un ratón, porque sus propuestas son bastante tímidas, se quiere llevar a la opinión pública a dos posiciones igualmente falsas: que no haya ninguna reforma ahora y que las elecciones de 2014 se den con las mismas reglas antidemocráticas del 2009 (como proponen los Magistrados y los partidos de oposición) o que haya una reforma manipulada a la medida de Martinelli y el CD.
Desde el Movimiento Popular Unificado (MPU) hemos dicho que ni una, ni otra. Las organizaciones populares, sindicales, indígenas deben incorporar a su lucha la plena democratización del sistema electoral ya. No se trata de rogarle nada a los diputados, hay que salir a las calles a exigir la derogación total de las reglas antidemocráticas del Código Electoral para que desde el pueblo puedan presentarse candidaturas y propuestas distintas a los partidos repudiados de ambos bandos.
Quedarnos con las normas de 2009, es favorecer al PRD y el Panameñismo, y mantener cerrada la puerta a nuevas alternativas. Pedirle a la Asamblea que legisle a su antojo, es regalarle a Martinelli la oportunidad para su reelección inmediata, que es lo que anda buscando, sin que tampoco se abra ninguna puerta a una alternativa popular independiente. Es necesario romper en las calles el régimen político antidemocrático para imponer una convocatoria inmediata a ASAMBLEA CONSTITUYENTE.
En función de ese objetivo, y cualquiera que sea la situación en las próximas elecciones, es necesario la creación urgente de un FRENTE O MOVIMIENTO unitario, popular e independiente que exprese la voluntad de cambios que el pueblo panameño anhela. La única garantía de que esa alternativa no sea un fracaso ES QUE ESTÉ ENCABEZADA POR LOS DIRIGENTES DE LAS LUCHAS DE LOS ÚLTIMOS AÑOS, dentro de los cuales el movimiento indígena panameño debe tener una parte importante, incluyendo a la cacica Silvia Carrera, en nombre de los más oprimidos entre los pauperizados panameños.
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